Y es que parece como si la crisis le estuviera dando alas a las Redes Sociales, si 2010 fue realmente el año del despegue social, este 2011 va camino de ser recordado como el año del enganche. Aplicación literal del término “engage” de uso común en el ámbito de la social media y que coincide con el último libro publicado por Brian Solis.
Pasamos ya de 600 millones de feisbukeros, lo cual, sin dejar de causarnos mareos, si denota que la curva, aún ascendente, comienza a reducir los ratios diarios de altas de nuevos usuarios, es lo normal, ya que, cada día queda menos gente por “entrar” en la comunidad de Facebook procedente de los que llamamos países “desarrollados”. Hasta mi madre está en Facebook. No obstante, países como China, Rusia o Brasil pueden, incluso, aumentar el ratio, y encontrarnos con la sorpresa de llegar a 1.000 millones de usuarios en FB. Que pasada.
¿Y que podemos decir de Twitter? Sinceramente, a mi no deja de sorprenderme. Sobretodo por el uso tan heterogéneo que se le da al microblogging, quizás en eso resida su encanto, quizás en eso se encuentre su talón de Aquiles. Quien sabe. Aquí hay terreno. Los “trineros” se han duplicado en 2010 y, posiblemente, ya estemos cercanos a los 200 millones de usuarios en Twitter, los cuales, casi como posesos, han generado más de 25.000 millones de trinos en esta red. Impresionante. ¿Como hemos podido estar tan callados tantos siglos? Y es que, ya hay muchos que sienten un vacío en el estómago cuando se les ha ido el día sin haber twiteado, y buscan histéricos algo que retwitear, lo que sea, que si no luego uno pasa una mala noche.
Y es que llevar Internet en el bolsillo ha sido decisivo, para Twitter más, por la línea fraternal con el SMS, se entiende. De esta forma, con un smartphone ya no hay momento del día en el que no puedas aprovechar para pegarte un trino, cualquiera vale, que de momento no está prohibido. Momentos twitter: una disertación aburrida de tu jefe en una reunión, esos tramos kilométricos de spots televisivos (adiós al zapping), en la cama antes de dormir, mientras esperas a tus hijos en la salida del colegio, incluso en los momentos de sentadilla WC, cualquier instante nos sirve para estar enganchados.
Hay quien va más allá y pone a las redes sociales en el epicentro de la política actual, y justifica el reguero de pólvora que hoy recorre los países del arco mediterráneo, donde la gente de países, hasta ahora en silencioso sometimiento, reaccionan tomando las calles y difundiendo minuto a minuto lo que allí sucede, haciendo bypass a los medios, a los observadores y a cualquiera que se tercie. Resulta difícil ahora ocultar o transformar la realidad si la red de redes, es capaz de hacer llegar un mensaje, de un individuo provisto de un móvil en conexión, a cualquier rincón del planeta.
Ha llegado el ciberactivismo, (¡vaya! mi corrector gramatical no reconoce esta palabra, pues nada, se la hago aprender que creo que no será la única vez que la escriba) y aún no sabemos esto hasta donde puede llegar. Mientras muchos siguen en su FB dándose cariños, publicando fotos de sus experiencias, eventos y demás, otros tantos están allí como en Twitter denunciando, clamando, organizando, actuando, en pro de una causa. Hilos conductores que parecen activar los ideales, esa parte narcotizada de nuestra mente que, en muchas ocasiones, resulta esencial para darle un sentido a la vida.
Nada es como antes. Las redes sociales son pulsátiles. Ahora te imponen una nueva ley y el gobernante sabe como la reciben los ciudadanos, antes incluso de que entre en vigor. Esto podría ser muy provechoso, esto y muchas más cosas buenas que tienen las redes sociales. El problema es verlas como una amenaza, ya que, la experiencia nos dice que, cuando algo pasa a esta clasificación, se producen estrategias orientadas a conseguir uno de dos objetivos posible: acabar con la amenaza o tenerla bajo control y usarla en su propio beneficio.
Es cierto que si no fuera por la capacidad de anonimato que Internet admite, es muy posible que la libre expresión y todo lo que ella ha originado, habría quedado menguada notablemente. Es cierto. Pero también lo es, que seguimos sin tener ninguna garantía de saber quien está ahí detrás, si es quien dice ser y si hace lo que aparenta hacer.
ASTROTURFING: el poder del lado oscuro
Recientemente me he topado con un término que desconocía: “astroturfing”. Al parecer, en 1985 un senador de los EEUU realizó este juego de palabras, al unir las que componen “césped artificial” utilizándola para referirse a unas prácticas subterfugias de apariencia atractiva y escaso arraigo. Y es ahí que George Mombiot, respetado columnista de The Guardian, publicaba en su blog “La necesidad de proteger Internet del “astroturfing” nunca ha sido más urgente”. Merece la pena leerlo.
(agrandar para leer bien)
En síntesis, el autor cuestiona la facilidad del uso perverso de las redes sociales, por el que gobiernos y compañías pueden engañarte haciéndote creer que multitudes apoyan o rechazan una causa interesada a base de falsear audiencia. Ejércitos de usuarios falsos o comprados. Terreno abonado para intereses enfrentados entre estos y el público en general. Adicionalmente nos introduce en software especializado en crear personas ficticias, con su email, su blog, su web, su perfil y demás, realimentándose de forma automática para dar sensación de actividad real. El software de la US Air Force no tiene desperdicio.
¿Tendencioso? ¿Objetivo? Para mi ha puesto otro ladrillo en el muro. Pero es que resulta tan creíble, igual de creíble que las teorías de la conspiración, de las estrategias de gobiernos basadas en aquel “si quiero hacer algo que me interesa a mi, tengo que conseguir que el pueblo me lo pida”, y que nos conduce, de nuevo, al corto, estrecho y lóbrego camino de la desconfianza absoluta. Nada es lo que parece. Nadie es quien dice ser.
Quizás la óptica no sea la correcta. Quizás deberíamos mirar la conducta regida por la búsqueda obsesiva del máximo beneficio. Con que facilidad acabó Jesús con la tesitura del lapidamiento de María Magdalena: “Quién esté libre de culpas que tire la primera piedra”. A ver, ¿quien no ha querido engañar alguna vez al algoritmo de Google para posicionar su negocio en la primera página de búsquedas? Yo el primero. Ya, ya, seguimos en ello, nos va la marcha. No hay duda.
¿Quienes practican el marketing “viral” en las redes sociales? El que sabe o el que puede ¿no? Y ¿no son estas prácticas, bendecidas y animadas por los nuevos gurús de la Social Media, ciertamente sibilinas? Bueno, bueno, no vamos a rasgarnos las vestiduras a estas alturas, cuando venimos de estudios sesudos del comportamiento humano y sabemos donde ubicar los productos en las góndolas, el código de colores, los fotogramas incrustados dirigidos al subconsciente, y un larguísimo etcétera donde la venta manda por encima de todo.
En internet, y ahora aún más en las redes sociales, llamarse “John Smith” o “Juan Martínez” es una tremenda ventaja. Suponiendo, claro está, que sea verdad ¿no? A ver si no, con que tranquilidad se vierten opiniones en foros y blogs con estos nombres, y si además lo hace desde un locutorio, pues eso, que le busquen. Distinto es llamarse Arnold Schwarzenegger ¿verdad? Vamos que si tiramos por ahí acabamos teniendo un número ID en la red como en la Seguridad Social. El mundo no es aún tan bueno como para admitir una cosa así, y mientras no lo sea sería como acabar con la libertad en la red.
¿Habría tantos millones de usuarios en las redes sociales si estuvieran obligados a poner una foto real suya, a indicar exactamente su nombre y su localización? Seguro que no. Algo incomprensible para el que tiene la vida solucionada, para todos los que pueden expresar libremente su opinión sin que ello le pueda afectar en su trabajo o en su vida cotidiana. Admiro profundamente a Arturo Perez-Reverte, pero creo que posiblemente si no fuera un escritor consagrado exento de preocupación económica personal, si hoy fuera uno más y tuviera una ocupación dependiente, posiblemente nos habríamos perdido mucho de todo lo bueno que es capaz de transmitir. Pensemos y creamos que, como Arturo, hay mucha gente ahí fuera que nos hace llegar reflexiones y opiniones que, sin ese anonimato, nunca las podríamos recibir. También el anonimato tiene mucho valor.
No cabe duda que 2011 va a ser un año muy interesante, a pesar de la crisis, y que además nos va a permitir otear un horizonte posible para las redes sociales que, igual, no tiene mucho que ver con la forma como ahora las usamos. Mientras tanto, engánchate a las redes, pero con mesura. La vida que tenemos está ahí fuera, se vive y se respira, lo demás son bits, ceros y unos que recorren desbocados y de forma invisible este planeta azul. Transformar el futuro es obligado.