Reacios al cambio
El primer proyecto complejo en el que participé, integrado en un equipo de Consultoría de una de las «big six» de aquellos tiempos, trataba del diseño del sistema de contabilidad de la que era, por aquel entonces, la caja de ahorros más grande del país, la cual estaba muy relacionada con la entidad pública nacional que se encargaba de llevar las cartas y poner telegramas 🙂
Además de enfrentarme a 14 manuales de procedimientos y lograr pintar en un poster milimetrado de 5m x 2m absolutamente todos los flujogramas de todos los procesos que confluían hacia la Contabilidad, aprendí un montón de cosas, la última cosa que aprendí fue el poder de la reacción contra el cambio en las grandes organizaciones. El proyecto se suspendió a petición del cliente con un 85% de grado de avance. ¿La razón? Una línea adicional incluida en el impreso del conteo diario que iba a permitir reducir de 15 días a 48 horas la obtención de la situación real de las cuentas de tesorería de la Entidad. ¿Quien lo paro? Los usuarios finales, los que tenían la misión diaria de cumplimentar aquella hoja, y que, en su mayoría, estaban dispersos por poblaciones inferiores a los mil habitantes diseminadas por todo el país….
Otra experiencia, más reciente, aunque no tanto, fue en la implementación de un nuevo sistema para las oficinas de un banco nacional hoy fusionado. La gran mejora, lo más innovador, dejaba los menus verticales y los halos de fósforo verde de las sempiternas pantallas 3270 de IBM, por pantallas multifuncionales con campos desplegables, radio buttons, pull buttons y demás. Lo último de aquella época, oiga. Me quedé de pasta de boniato cuando recibimos el encargo del cliente para maquillar aquellas pantallas, sobreponiendo emulaciones exactas a las que llevaban usando de toda la vida de Dios. El argumento esgrimido era cuantificable. Desechando la curva de aprendizaje, los niveles de productividad bajaron de forma alarmante. La razón: el automatismo adoptado que les permitía operar aquí y allá sin necesidad de mirar la pantalla.
Pero ahora estamos en una nueva era ¿de verdad? No sé, quizás a medias. Al menos aquí, si es de ombligo si que podemos decir que es nueva era, pero si es del trabajo, entonces, hum, creo que seguimos notando rechazos notables a los cambios. El caso es que, a la pregunta ¿a que curso fuiste para aprender a usar el Facebook? la respuesta es siempre la misma, «A ninguno, lo he aprendido yo mismo». Cierto es que resulta notable los grados de usabilidad de las plataformas más extendidas, pero hagan la siguiente prueba ahora. Encuentren (esto es difícil pero aún es posible) a alguien que nunca haya usado Facebook. Observen su reacción y sus preguntas y comentarios.
Cuando Facebook apuntaba los 400 millones de usuarios, que no hace mucho de esto, ya circulaba aquel dicho de «Si no estás en Facebook no existes, hay que estar». Si buscan por la red, podrán encontrar el interfaz gráfico de usuario que utilizaba Facebook por aquel tiempo, luego vino otro, luego otro y ahora hay otro… Sin embargo, usuarios de prácticamente todas las edades, niveles culturales y condición social han ido asimilando cambios sustanciales en el transcurrir del tiempo y no se escuchan voces quejándose, para nada. Sin duda es la necesidad personal la que provoca una actitud de aprendizaje voluntaria y proactiva, sobre todo, porque aparentemente no parece impuesta. ¿no? :-))
Y en esta oleada de redes, canales, herramientas, aplicaciones, dispositivos y demás, se ha llevado a la empresa con un aparente éxito sin precedentes. Aquellos que usaban el Messenger para comunicarse por chat con el exterior o con sus compañeros, han pasado por el Skype, que, por cierto, desde que lo compró Microsoft cada vez va peor, y Google, que se lleva la palma en inteligencia de negocio, nos encandila con sus Hangouts, donde todo es gratis, y en paralelo surgen soluciones en la nube como zoom.us y tropecientas más.
Las formas elementales y domésticas del Cloud Computing las experimentamos en todos los ámbitos con DropBox. Te lo he subido a DropBox en una carpeta compartida. Tranquilo, solo tu y yo tenemos acceso a los documentos. Y nos quedamos tan panchos. ¿En serio había en el pasado problemas de fe con Dios porque nunca se nos manifestaba? … a estas alturas deberíamos estar moviendo montañas como si tal cosa.
El caso es que, en todo este batiburrillo nos llegan las soluciones de productividad, las plataformas colaborativas, las herramientas que te solucionan cualquier problema de índole menor, algunas gratis, otras de pago (sin que realmente puedas distinguir en ocasiones la razón de que sean de pago) y todo con una única misión: el alienamiento de conjuntos. Si, si, el mercado es libre, la competencia es sana, y la diversidad te permite ser selectivo (de la infoxicación para que vamos a hablar). Así todo cambiará para permanecer igual. Llegaremos al mundo de los APIS, que no tienen nada que ver con el foigrass.
Es que en este intrincado mundo, donde ahora los clientes y los proveedores interactuan en lo virtual no podremos darle a todo. Si tu cliente apostó por el mundo Google nube y tu lo hiciste por el mundo Microsoft, tendrás momentos en los que ceder sea sencillo, y en vez de una videoconferencia con Skype la harás con Hangouts. Pero si tu quieres compartir un documento desde tu flamante entorno colaborativo y de productividad de Bill Gates, eso de tener que estar en Google Drive o usar Google Docs igual no te gusta tanto…. pero bueno, aquí siempre imperará la línea de dependencia, el que haga de cliente,…. manda.
Y llegaremos al punto en el que la empresa comprobará que además de estar abierta al mundo mundial, además de compartir y colaborar con este o aquel entorno, en nube privada o hibrida, lo que realmente quiere es satisfacer a sus usuarios y tener sus propios entornos internos de colaboración adaptados a su organización y a la propia cultura y formas de hacer de la empresa…. tanto si quiere esperar a ese momento, como si no, aquí estamos nosotros, con nuestra plataforma pensada y diseñada para la adaptabilidad, pero sin obviar para nada a las herramientas que gigantes como Google o Microsoft nos ofrezcan. Si, estamos hablando de PETALO, nuestra plataforma socialware, que si no?